MEGALITISMO. EL DOLMEN DE LACARA
El progresivo
asentamiento de grupos humanos con la formación de colonias estables que
ocurrió durante el
Neolítico, dio lugar al desarrollo de prácticas
funerarias caracterizadas por la visibilidad y monumentalidad de sus
construcciones dando origen a lo que ha venido en denominarse
"magalitismo" o cultura megalítica que, en la
Península Ibérica, tiene
su aparición en torno al 4.000 a.C. Dada su naturaleza constructiva,
sorprende su presencia dándoles un interés particular debido, sobre
todo, a su antigüedad.
La mayoría de
estas construcciones tienen carácter funerario con enterramientos únicos
y una tendencia paulatina hacia enterramientos colectivos o sucesivos,
sin descartar su posible dedicación a otras funciones de carácter
religioso o social. Estos monumentos son de muy diversa factura en
cuanto a la forma, estructura y técnicas constructivas. La mayoría
emplean grandes piedras dispuestas verticalmente (ortostatos) que
delimitan un espacio o cámara rectangular o poligonal aislada (tholos
o tumbas circulares), cámaras a la que se accede por un corredor con
cubierta adintelada (sepulcros de corredor) o edificaciones aun más
complejas a las que se añaden transeptos, plantas y corredores
laterales. Aunque se conocen túmulos con cubierta vegetal, en la mayoría
de los casos, la cubierta estaba formada por una gran losa dispuesta
horizontalmente sobre las piedras de la cámara sepulcral,
Una buena
parte de estas construcciones estuvieron cubiertas por tierra o piedras
(túmulos) que ocultaban la construcción excepto la entrada, formando
pequeñas colinas tal vez con la idea de poder destacar al ser vistas
desde cierta distancia. Debido a la erosión, la tierra y piedras que
formaban el túmulo ha quedado reducida casi siempre, a pequeñas
elevaciones o montículos en el terreno que se descubren alrededor de la
construcción.
Uno de los
problemas que plantea el estudio de estas construcciones es su
cronología extendida desde el
Neolítico
(4.500 a.C.) hasta la
Edad del Bronce
teniendo en cuenta que se conocen reutilizaciones posteriores que
pudieron llegar hasta el
Bronce Final
(800-700 a.C.). En este período de más de 3.000 años se nota una
secuencia de distintas formas de construcción, desde las más sencillas
hasta las muy complejas que, desde el punto de vista autóctono, nos
evidencia una progresiva complejidad económica y social de comunidades
que evolucionaron hacia sistemas económicos más complejos y estables.
Una de estas
construcciones, que visitamos en octubre de 2016, es el
dolmen de Lácara
en la provincia de
Badajoz
que sobresale por la majestuosidad y grandeza de su construcción que ha
perdurado hasta nuestros días. Debió de construirse a finales del
Neolítico
y comienzos de la
Edad del Cobre
contando, pues, con una antigüedad de entre 4.000 y 5.000 años.
Forma parte del conjunto de monumentos más antiguos del sureste peninsular
(Algarve, Alentejo y Extremadura) en donde los estudios con el
carbono-14, dan una antigüedad, para los portugueses, de más de 5.000
años (3.110 a.C.). El
dolmen de Lácara se encuentra en el municipio de
Mérida
junto a la carretera EX-214 que une
Aljucén
con
La Nava de Santiago.
El dolmen se construyó en la dehesa del
Prado de Lácara
donde abundan encinas, alcornoques y pastizales de monte bajo, sobre un
terreno granítico rodeado por suelos aluviales del río Lácara, afluente
del Guadiana, y sus pequeños arroyos y regatos cercanos.
Conocido desde
la antigüedad, por haber sido utilizado como vivienda y establo de
ganado, fue
Vicente Barrantes,
ensayista, historiador y cronista oficial de Extremadura, quien, en
1875, llamara la atención por primera vez sobre su importancia (1).
Posteriormente, el arqueólogo
J.R.
Mélida
en 1914, realizó un estudio sobre este monumento considerando que es uno
de los más importantes monumentos megalíticos de España haciendo constar
que fue dinamitado en épocas anteriores, tal vez con objeto de
aprovechar las piedras en otras construcciones (2). A este autor se debe
que el dolmen de Lácara fuera declarado
Monumento Nacional
en 1931 al mismo tiempo que lo fue la
Alcazaba
de Mérida.
Aunque
conocido y mencionado posteriormente por otros autores, las excavaciones
más importantes en el monumento fueron llevadas a cabo por
Martín Almagro
entre 1956 y 1958 (3). En estas intervenciones se documentó la
estructura de la construcción, se procedió a la limpieza del corredor y
cámara y se recogieron y catalogaron restos muy fragmentados de antiguos
ajuares funerarios, restos óseos, cerámicas, adornos y más de un
centenar de puntas de flecha, pudiendo comprobar que el monumento sufrió
intencionadas destrucciones en más de una ocasión. Recientemente se
procedió a la consolidación y limpieza del entorno del monumento dentro
de una actuación de la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura
en el año 2011.
Este dibujo a
lápiz pretende dar una imagen de lo que debió ser el dolmen después de
su terminación. Su construcción debió requerir un gran esfuerzo por
parte de aquellas gentes debido al tamaño de las piezas que lo componen,
aunque no por falta de material, ya que en el entorno se encuentran
grandes piedras de las que fácilmente pudieron obtenerse las piezas para
su construcción. Estas podrían haber sido seleccionadas tal cual fueron
encontradas, o bien talladas o fragmentadas
in situ, practicando agujeros
en la roca en los que se insertan cuñas de madera que, mojadas, se
dilatan provocando así el corte de la piedra, como pudimos apreciar en
alguna de las losas del corredor o como recordamos haber visto en otras
construcciones megalíticas (p.ej.
Mamoa Casota do Páramo
en el Barbanza, A Coruña).
Evidentemente
el dibujo que se muestra nunca debió tener ese aspecto ya que se supone
que la colocación de la tapa de la cámara debió realizarse cuando parte
del monumento estaría ya cubierto de tierra para formar el túmulo
facilitando así el arrastre de la losa por una pendiente de tierra
compactada. Este dibujo está basado en las fotografías que obtuvimos
cuando visitamos este lugar
(Ver las imágenes).
Restos de la tierra del túmulo, removidos por la erosión, suelen quedar
amontonados en los alrededores, como ocurre en otros que visitamos en
Galicia(Dombate
en Cabana de Bergantiños,
Cova da Moura
en Noia y
Casota do Páramo
en el Barbanza,
Ver Mámoas del Barbanza). En el caso del dolmen de
Lácara,
quedan aun restos del anillo perimetral de piedras que pudieron servir
de contrafuerte para mantener la tierra del túmulo en su lugar.
·
(1) Barrantes,V. (1875) Aparato
bibliográfico para la Historia de Extremadura,
(Madrid: Estab. Tip. de Pedro Núñez, 1875-1877), 3 vols., reimpreso en
Badajoz: Institución Pedro de Valencia, 1977 y reeditado con las notas
de Barrantes a su ejemplar en Mérida, 1999.
·
(2) Mélida,J.R. (1914) Arquitectura dolménica ibérica. Dólmenes de la
provincia de Badajoz. Revista de
Archivos, Bibliotecas y Museos. Págs. 9-13.
·
(3) Almagro.M. (1959) Excavaciones en el sepulcro de corredor megalítico
de Lácara, Mérida (Badajoz).
Revista de Estudios Extremeños.Mayo-Agosto. Págs. 249-314.
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